¿Cuál es el pulso normal?

En el pasado el pulso fue la única fuente de información sobre el corazón

Mujer revisando pulso
 Duane Osborn/Getty Images

Los egipcios ya sabían que medir el pulso era importante para diagnosticar enfermedades como muestra un papiro de hace tres mil setecientos años.También se conocía su importancia en la antigua China, cuando medir el pulso podía durar horas.Tomar el pulso es una forma muy antigua de comprobar el estado físico de una persona.

El pulso fue durante milenios la única fuente de información sobre el estado del corazón y sus características llenaron muchas páginas. Se estudiaba el impacto, la fuerza, la velocidad de aparición, su caída y se interpretaba según los conocimientos del momento. Se requería un gran entrenamiento y eran valoraciones subjetivas. Aunque las pruebas diagnósticas actuales le han hecho perder protagonismo sigue siendo un método eficaz para detectar arritmias

El pulso es el número de latidos cardíacos por minuto. Aunque nuestro pulso varía en diferentes circunstancias (durante ejercicio intenso, ante una emoción fuerte), los valores normales del pulso de un adulto en reposo, es decir, mientras estamos relajados es entre 60-100 latidos por minuto (lpm).

Frecuencia cardíaca

El funcionamiento del corazón está controlado por la frecuencia del latido y por el volumen de sangre que puede bombear en cada latido. Para mejorar su funcionamiento combina aumentos en ambos factores. Un volumen de latido alto señala un corazón bien musculado. Un corazón sano puede incrementar el volumen de latido dos veces y media, aumentando la capacidad diastólica y la fuerza sistólica.

El volumen de los latidos no sube ni baja solo sino que lo hace de forma coordinada con el ritmo cardíaco. De la misma manera que el volumen de los latidos puede rebasar sus límites, también puede hacerlo el ritmo cardíaco. Este puede ser regular o irregular, y dentro de esta condición puede ser regularmente iregular (si es una irregularidad que se repite) o irregularmente irregular.

Cuando las pulsaciones son, de forma sostenida, más lentas (menos de 60 lpm) se trata de una bradicardia, y cuando son demasiado rápidas (más de 100 lpm) estamos hablando de una taquicardia, una situación peligrosa para un corazón si no puede abastecerse de suficiente oxígeno.

Las arterias coronarias se llenan e irrigan el músculo cardíaco durante la diástole, cuando el corazón va muy rápido se acorta sobre todo el tiempo diastólico y por lo tanto el tiempo de recuperación de oxígeno del corazón que a frecuencias muy rápida y/o persistentes pueden poner en riesgo la recuperación celular. Se crea una situación parecida a una angina de pecho o una anemia severa y el corazón empieza a fallar.

El corazón de los atletas

El latido de los atletas bien entrenados es significativamente baja entre 40 a 60 pulsaciones por minuto. Y es que el corazón del atleta puede procesar una gran cantidad de sangre en cada latido porque el tiempo de llenado se alarga lo cual permite una mejor circulación coronaria y un mayor llenado de los ventrículos.

Es un corazón muy eficaz que debe mantener el volumen por minuto (80 latidos por 60 cc igual 4,8 litros/minuto). Cuando el corazón se acelera baja su capacidad (120 latidos por 40 cc igual 4,8 litros/minuto), pero el corazón se cansa en estas condiciones, como muy bien saben las personas no entrenadas al subir una cuesta, aunque en teoría el volumen minuto se mantiene.

¿Para qué sirve conocer el pulso cardíaco?

La medición del pulso ofrece información sobre la salud. Un cambio en la frecuencia cardíaca puede significar una alteración. Es uno de los signos que el médico explora de forma rutinaria en los enfermos del corazón. Un pulso  rápido puede ser signo de fiebre, infección o deshidratación.

El pulso regularmente irregular aunque es generalmente benigno debe estudiarse con el electrocardiograma.

El pulso irregular es un problema médico que requiere atención rápida, ya que puede ser causado por una fibrilación auricular, una de las causas más frecuentes de embolia.

Pulso en niños, embarazadas y ancianos

La frecuencia cardíaca en bebés varía en función de la edad. Según datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), mientras que los recién nacidos hasta el primer mes de vida pueden tener un pulso de 70 a 190 latidos por minuto, la frecuencia de los bebés de 1 a 11 meses de edad es de 80 a 160 latidos por minuto y se va ajustando con la edad a los latidos normales de un adulto.

Así los niños de 1 a 2 años tiene de 80 a 130 latidos por minuto, los de 3 a 4 años 80 a 120 latidos por minuto, los de 5 a 6 años de 75 a 115 latidos por minuto, los de 7 a 9 años de 70 a 110 latidos por minuto y a partir de los 10 años o más la frecuencia cardíaca se sitúa entre los 60 a 100 latidos por minuto.

Las mujeres embarazadas tienen el pulso ligeramente más alta debido a la aceleración del metabolismo. El pulso en ancianos es de 60 pulsaciones por minutos o menos.

¿Dónde y cómo se toma el pulso?

El pulso se puede tomar en diferentes puntos del sistema circulatorio (radial en la muñeca, humeral en la ingle, carotideo en el cuello).

El pulso radial es el más fácil de medir. Para determinar la frecuencia cardíaca en reposo es aconsejable haber estado descansando al menos 10 minutos. Para tomarlo se debe palpar la muñeca con la punta de los dedos índice y medio y comprimir suavemente la arterial radial contra la cabeza del hueso radio. Una vez localizado el pulso, es mejor esperar un momento antes de contar la frecuencia cardíaca por minuto. Para tomar el pulso se debe contar durante 30 segundos y luego duplicar la frecuencia cardíaca.

El pulso se emplea para valorar la frecuencia y el ritmo cardíacos. Pero para conocer las características del pulso se hace en la arteria carótida porque la onda del pulso llega antes y no queda tan amortiguada lo que permite valorar mejor sus características.

Referencias:

Vivir mejor. Conociendo el cuerpo humano. El corazón. Colección Maravillas del cuerpo humano. Club Internacional del Libro. 1984.

Fisiología humana. Un enfoque integrado. 4ª edición. Silverthorn. Editorial Médica Panamericana.